miércoles, 20 de noviembre de 2013

VUELTA DE OBLIGADO - LA BATALLA OLVIDADA



Preparativos

En los primeros días de noviembre de 1845 zarpó de Montevideo la escuadra combinada anglo-francesa con el fin de remontar el Paraná, estando compuesta por seis barcos con bandera inglesa y otros cinco con la de Francia, además de las barcas carboneras para abastecer los navíos a vapor. detrás de este contingente bélico, navegaba un convoy de noventa barcos mercantes de distintas banderas cargado con mercadería para ser comercializadas en Corrientes y el Paraguay. Señala el Historiador Alberto Noblia en su “Reseña Histórica de San Pedro” que “el 14 de Agosto el General Lucio N. Mansilla solicita por nota al Juez de Paz sampedrino, don Benito Urraco, le informe el estado de todas las fuerzas del distrito desde la edad de 15 a 70 años, como también del armamento existente y agrega que se mantenga en Estado de Asamblea a la Milicia Activa. El 22 el mismo jefe militar pide al Juez el envió de 25 o 30 tirantes de madera fuerte, posiblemente para la construcción de las baterías. El 12 de Noviembre Mansilla envía a San Pedro al Sargento Mayor Julián Bendim al mando de “ciento setenta y tantos” soldados de caballería e infantería, con el fin de rechazar cualquier intento de desembarco por parte de los anglo franceses”.

    Encuentro previo a la batalla 

El 18 de noviembre, la flota invasora pasó frente a San Pedro y desprendió de ella a varias balleneras que penetraron en la laguna con el fin de efectuar un desembarco armado. No lograron su objetivo al ser rechazados a tiros de fusil por un grupo de valientes vecinos comandados por Tomas Obligado. En la tarde de ese mismo día la flota fondeo a la vista de la vuelta de Obligado, pero fuera del alcance de los cañones.


   Las defensas de Obligado

La construcción de las fortificaciones fue dirigida por el Ingeniero Hilario López Culle, colaborando activamente el Sampedrino José Rufino Núñez, estando compuesta por cuatro baterías según podemos observar en el croquis:

BATERIAS ALTURA PIEZAS
“RESTAURADOR ROSAS” 20 m.  6 de regular calibre 2/24 y 4 / 16

“GENERAL BROWN”  17 m.  5 de regular calibre entre 24 y 12

“GERAL MANSILLA” rasante  3 de pequeño calibre de 12 y a 8

“MUNUELITA”  19 m.  7 de a 10.


Estas 21 piezas se hallaban servidas por 220 artilleros, protegidos por débiles parapetos de tierra y madera, siendo mandadas respectivamente por Álvaro Alzogaray, Eduardo Brown (Hijo menor del almirante) Felipe Palacio y Juan Bautista Thorne.

                                                                                                             Eslabones originales de las cadenas de Obligado.    
                                                                                               (Peso: 3.100 gr./ Largo: 23 cm./Ancho: 14 cm./ Espesor: 33 mm.)    


Junto a la batería Mansilla, ubicada sobre la playa para tiro rasante, se hallaban amarradas tres gruesas cadenas que atravesaban el rió, sostenidas por 24 pontones a los que se había quitado los mástiles y que se hallaban ancladas y aseguradas en la margen opuesta al Bergantín “Republicano”, al mando del capitán de marina Thomas Craig. La cadena poseía un espesor de 1 1/8 de pulgadas y 360 brazadas de largo, habiendo sido solicitada por Mansilla a Buenos Aires el 27 de agosto de ese mismo año.

Tres lanchones, el “Místico”, el “Restaurador” y el “Lagos”, dotados de piezas de pequeño calibre se hallaban detrás del “Republicano” para repeler cualquier intento de la marinería anglo francesa de cortar las cadenas. El capitán de fragata Teodoro Cailler-Bois en su “Historia Naval Argentina” señala también la presencia de seis balleneras y ocho embarcaciones pequeñas destinadas a transportar unos 200 infantes a la orilla opuesta del rió si es que el enemigo desembarcaba e intentaba construir baterías allí.

Por ultimo cinco pequeñas chalanas se hallaban preparadas con materiales incendiarios para hacerlas actual como “brulotes”, se las incendia y envía en dirección a la flota enemiga.

Alberto Luis Noblía señala la disposición de las tropas: “Entre la primera y segunda batería, un poco más atrás, se encontraban 100 hombres al mando del teniente Juan Gainza, detrás de estos y a su derecha , se hallaban 400 soldados del Regimiento de Patricios de Buenos Aires. Luego estaban situados cuatro cañones de a 4 al mando del teniente coronel Sereso. Más atrás aún, y a la altura de la segunda batería, se encontraba el Coronel José María Cortines que, secundado por el Mayor Julián del Río y el vecino Sampedrino Facundo Quiroga, hijo del “Tigre de los llanos”, comandaba a 220 soldados de caballería y 600 de infantería componentes del Regimiento de Milicias N° 4 con asiento en San Nicolás de los Arroyos y entre los que se encontraban un centenar de Sampedrinos.

Ingeniería

“(...) En el flanco izquierdo de la batería “Mansilla” en el mogote izquierdo, estaban apoyadas las anclas que sostenían a la línea de 24 buques, desmantelados y fondeados en línea con tres cadenas corridas por la proa, centro y popa, su espesor la más gruesa de una y octava de pulgada. Mas con el fin de mantener los buques en línea, que con el fin de privar el paso a la potencia de los vapores y con el propósito de manifestar que el paso del río no era libre. Así como el de obligar a los enemigos a batirse si intentase cortarlas.

El costado izquierdo o extremo de las cadenas estaba guardado o sostenido por el bergantín “Republicano” con sus piezas de 10 toneladas a su costado de estribor (...) (”Informe de Mansilla a Rosas)

Finalmente y más atrás de los últimos nombrados, se encontraba el Juez de Paz de San Pedro Benito Urraco acompañado con 170 de sus vecinos. Allí también estaban los de igual cargo de Baradero y San Antonio de Areco, Juan de Magallanes y Tiburcio Lima, con 100 y 30 de sus vecinos respectivamente.

A retaguardia de la tercera batería se encontraban 200 milicianos del Batallón Norte al mando del Teniente Coronel Virto, también entre ellos se hallaban múltiples Sampedrinos. Detrás de estos se encontraba el General Lucio Mansilla, como comandante el Jefe de todas las fuerzas, el segundo jefe Juan Crespo y 70 soldados a caballo del grupo Escolta.

Detrás de la cuarta batería se encontraban 200 soldados pertenecientes a la Compañía de Patricios de San Nicolás bajo las órdenes del Comandante Luis Barrera, cuerpo éste integrado por muchos Sampedrinos. A las espaldas de éstos, se encontraban dos piezas volantes de artillería comandados por el Teniente Coronel Laureano Anzoátegui.

Caballería

“(...) A pesar de que la excesiva ventaja de los cañones de los inicuos extranjeros hayan conseguido denostar y despedazar las baterías de Obligado, no por eso osaran a invadir en tierra. La Caballería cubre los alrededores de aquel punto y no ocupan nuestros cobardes agresores más terreno que el que alcance su metralla (...)”. (Estación de Catevra. Noviembre 22 de 1845 . General Lucio Mansilla al Comandante Militar de Rosario Sargento Mayor Don Agustín Fernández.)

A un cuarto de legua de la costa, entre la tercera y cuarta betería y sobre el “camino de la bajada”, estaban el “Parque de Artillería” y la Enfermería, esta última encabezada por la Nicoleña Petrona Simonino, secundada por un grupo de damas de San Pedro y San Nicolás.

En total, y al margen de los artilleros, había 2.290 hombres en condiciones de combatir, incluidos los vecinos.

Artillería

“(...) El territorio Argentino ha sido atacado por las fuerzas Anglo francesas sobre las márgenes del Paraná. La poderosa artillería de las escuadras combinadas ... ha destruido en ocho horas consecutivas de vivo fuego nuestras baterías compuestas de 35 piezas de los calibres de a 4 8 10 12 16 18 y 24, servidas por artilleros y soldados improvisados, cuyo valor heroico no han podido abatir los invasores, a pesar de la inmensa ventaja de sus fuerzas de artillería y de sus cañones y del valor e intrepidez que han desplegado en el ataque (...)” (Gaceta Mercantil. Tomado del archivo Americano 1 Serie N 23 pag.65 67)

Las fuerzas enemigas

Esta “Task Force” estaba formada por las siguientes naves:

INGLESES

Vapor  “Gordon” , Comandante Ch. Hotham, artilleria 6/64 y 4/32, Tn.1.100
Vapor  “Firebrand”, Comandante J: Hope, artilleria 6/64 y 4/32, Tn.1.190
Corbeta  “Comus”  , Comandante Inglefield, artilleria 16/32, Tn. 490
Bergantín “Philomel”, Comandante Sullivan, artilleria 10/32, Tn.428
Brergantín “Dolphin”, Comandante Leringe, artilleria 3/32, Tn.318
Bergantín “Fanny” Comandante Key, artilleria 1/24,-------

FRANCESES

Bergatín “San Martín”, Comandante Tréhouart, artilleria 2/24 y 16/16, Tn.200
Vapor  “Fulton”, Comandante Maziéres, artilleria 2/80, Tn.650
Corbeta  “Expéditive”, Comandante De Miniac, artilleria 16 de a 8 pulg. , Tn.-----
Bergantín “Pandour”, Comandante Du Paie, artilleria 10 paixhans de 30 lbs
Berg – Gol. “Prócide”, Comandante De la Rivére, artilleria 3/18

El total general de tripulantes era de 3.000, en tanto que los infantes de marina embarcados sumaban 800. Esta flota combinada no poseía un comando único. Las insignias venían en el “Gorgon” y en el “San Martín”, siendo Hotham el comandante más antiguo.

La artillería de los invasores era la más moderna que existía en el mundo. Los barcos ingleses poseían cañones cuya particularidad era que el interior del caño era “rayado”, siendo los primeros que se empleaban en la guerra. El “alma rayada” revolucionaría la armamentística mundial. Por su parte los franceses emplearon el modernísimo cañón-obús “Paixhands” que disparaba balas explosivas de 40 kilos.

Como se sabe esta flota de guerra custodiaba a unos 90 mercantes que querían llevar producción al Paraguay. Esas naves aguardaban detrás de las de guerra, en espera que liberaran el paso defendiendo la banderas del libre cambio y forzando la navegación de lo que eran ríos interiores del país.

Esto era descabellado, como si naves Argentinas pudieran haber navegado de prepo el Sena o el Támesis.

Señala Noblía en su obra citada que: “según las costumbres de esa época, los ríos interiores pertenecían al territorio que surcaban, o sea que se los consideraba como verdadera tierra firme, siempre y cuando ambas orillas pertenecieran al mismo estado. En el caso que las orillas tuvieran distintos propietarios solamente ellos poseían la exclusividad de navegarlo. Estos conceptos jurídicos tenían aceptación mundial y no había legislación, ni nacional ni internacional, que expresara lo contrario, salvo pactos aislados surgidos luego de la finalización de alguna guerra, donde los vencidos se veían obligados a perder parte de sus derechos otorgando al vencedor la libre navegación de sus ríos interiores”.

Cuando aconteció esta batalla las dos orillas del Paraná pertenecían a la Confederación Argentina comandada por Rosas, y recién la Constitución de la Nación Argentina de 1853, dictó el artículo 26: “la navegación de los ríos interiores de la Confederación es libre para todas las banderas”.


Inicio del combate - La histórica proclama

En la noche del 18 Mansilla con dos balleneras se acercó a la flota enemiga para reconocerla personalmente. Disparos de fusilería provenientes de las naves invasoras lo obligaron a retornar a las baterías. El día 19 transcurrió en paz por dos razones, carencia de vientos favorables para las velas de las naves invasoras y por una intermitente lluvia. Por su parte Mansilla, ese día, efectuaba un segundo reconocimiento.

El 20 cambian las condiciones atmosféricas, finaliza la lluvia, se disipa la niebla y comienza a soplar un viento suave, sostenido y a favor para las naves invasoras. A las 8,30 de la mañana de ese mismo día, los barcos anglo-franceses comienzan a moverse.

Al notarlo Mansilla arengó a sus hombres diciendo:” ¡Allá la tenéis! Considerad el insulto que hacen a la soberanía de nuestra Patria al navegar, sin más título que la fuerza, las aguas de un río que corre por el territorio de nuestro País. ¡Pero no lo conseguirán impunemente! ¡Trémola en el Paraná el pabellón azul y blanco y debemos morir todos antes que verla bajar de donde flamea!

A continuación la banda del Regimiento Patricios de Buenos Aires comenzó con los acordes del Himno Nacional que fue coreado por toda la tropa.

Al frente de la escuadra navegaba la fragata “San Martín”, ex nave insignia del Almirante Brown, vilmente apresada frente a Montevideo, luciendo el pabellón de Francia. Cuando llegó a las proximidades de la primer batería Mansilla dio la orden de fuego gritando “VIVA LA PATRIA”, señal ya tradicional en nuestras guerras. A medida que los invasores se acercaban se generalizó el cañoneo.

Según Teodoro Caillet Bois los barcos avanzaron formados en dos divisiones de nacionalidad combinada. La primera: “San Martín”, “Pandour”,”Dolphin” y “Comus”, al mando de Tréhouart. La segunda división comandada por Sullivan estaba integrada por “Philomel”, “Prócide”, “Expedictive” y “Fanny”, que se situó sobre la costa entrerriana, a unos 700 metros de la batería “Restaurador Rosas” al mando de Alzogaray.


Las cadenas detienen la flota

Por medio del río continuó navegando el “San Martín” rumbo a las cadenas con el fin de cortarlas, detrás continuaba la marcha el resto de la escuadra. A medida que los invasores se acercaban a las baterías, se generalizó el cañoneo siendo los primeros blancos la corbeta “Expeditive”, la goleta “Procide” y el bergantín “Philomel”.

Ya frente a las baterías y próxima a las cadenas, el “San Martín” detiene su andar al calmar el viento, razón por la cual debe anclar para no ser arrastrado por las corrientes río abajo, ya que esto produciría un extraordinario desorden en la formación.

Así la nave insignia de la flotilla Francesa queda inmóvil justo enfrente de las baterías patriotas, quienes aprovechan el acontecimiento acribillándola con mas 100 balas de cañón. En la nave quedan fuera de combate 2 oficiales y 44 tripulantes, a lo que se suma la arboladura a punto de caer. En su ayuda acude el “Fulton” con sus poderosas piezas de a 80 dándole algo de alivio, pero un cañonazo corta la cadena del ancla y el “San Martín” comienza a ser arrastrado aguas abajo por lo que el comandante de la escuadra de Francia, Tréhouart, decide trasbordar a la corbeta “Expedictive”. El “Comus”, otra nave que recibió bastante castigo, registra en su bitácora que las dos baterías centrales fueron cuatro veces abandonadas por su gente.

A las 9,30 horas, y con el primer intento de romper las cadenas rechazado a cañonazos, se combate en toda la línea. Todos los buques anglo-franceses han entrado en acción y todas las baterías Argentinas han contestado el fuego disparo por disparo y, a pesar de la desigualdad de armas, los defensores Argentinos logran hacer retirar detrás de la línea de fuego a los bergantines “Dolphin” u “Pandour” por las múltiples averías sufridas. Es de hacer notar que a pesar que los proyectiles patriotas eran macizos, cuando impactaban en la madera de las naves hacían saltar decenas de astillas de todos los tamaños que producían gran cantidad de heridas, a veces mortales, entre los marineros europeos.

Pero los formidables “Paixhans” franceses con sus balas explosivas, comienzan a cobrar un alto precio entre los heroicos defensores.

Para tener una idea, debemos pensar en una pelota N° 4 o n° 5, a fin de referencia el tamaño de los proyectiles franceses, que además estaban rellenos con metralla, pedazos de hierro y explosivo. Cuando esas bombas explotaban causaban un desastre en las baterías Argentinas.

De acuerdo a algunos cálculos, no muy aproximados, hechos por el Lic. Ramos y la Universidad de Luján, se habrían intercambiado proyectiles en una cantidad que oscilaría entre los 25 y 30 mil en esas 8 o 9 horas de batalla, sobre todo del lado de los aliados. Teniendo en cuenta el cálculo de decenas de miles de proyectiles arrojados y considerando que los núcleos principales de la batalla eran las cuatro baterías instaladas en la costa, (Manuelita, Mansilla; Brown y Restaurador Rosas) tres arriba de la barranca y una rasante. Una estimación hace pensar que los artilleros que servían a esas baterías no vivirían más de media hora en su puesto, siendo reemplazados por otros artilleros, ya que la flota anglo-francesa prácticamente haría tiro al blanco con ellos.

Casi al medio día, Mansilla envía una nota a Rosas comunicándole que el enemigo todavía no ha podido vencer la línea de las cadenas, “Aunque supone que podrá hacerlo, pues a él le quedan pocas municiones”. Siendo la una de la tarde continúan sin poder cortar las cadenas, sin embargo el “Republicano” vuela por los aires por orden de su capitán Thomas Craig, ya que habían quedado sin municiones y suma sus hombres a las tropas de tierra. Al desaparecer el obstáculo que presentaba el “Republicano”, el vapor “Fulton” logra llegar hasta las cadenas, aunque sin poder cortarlas por el intenso cañoneo que recibía, que incluso mata a su maquinista principal.


Ruido de rotas cadenas

En este punto los anglo-franceses perciben que, si bien la potencia de la artillería de las naves inclina la suerte de la batalla a su favor, de nada servirá si no cortan las cadenas que obstruyen el paso. Estratégicamente la situación es crítica ya que la flota se halla encajonada recibiendo más y más castigo de las baterías Argentinas, sin poder moverse.

Es ahí cuando Hope, al mando de la “Firebrand”, estima que es el momento de jugarse el todo por el todo. Ordena posicionar nuevamente la nave respondiendo a las baterías costeras y dispone bajar una pequeña lancha de desembarco. Un enorme martillo y un yunque es todo lo que carga sobre la pequeña embarcación. Hope salta sobre la misma y ordena dirigirse contra la línea de botes que soportaban las cadenas.

Los patriotas observando la acción e intuyendo el objetivo les tiran con todo. Enormes columnas de agua producidas por los proyectiles se levantan a escasos metros de la lancha, bañando a los desesperados remeros que redoblan sus esfuerzos. Más peligrosos son los proyectiles que se disparan desde la batería colocada sobre la playa ya que los mismos rebotan en el agua y se vuelven a elevar, pasando a metros del bote con un silbido aterrador. Uno solo que impacte de lleno y la pequeña embarcación se partirá en pedazos matando a todos.

Llegados a las barcazas, Hope salta sobre una de ellas, dos marineros que le siguen colocan el yunque debajo de una de las cadenas y es el mismo capitán de la “Firebrand” quién, con indudable sangre fría, la emprende a martillazos contra los duros eslabones.

En esta oportunidad la diosa fortuna decide inclinarse por los protagonistas del heroico acto quienes, de milagro, logran escapar a todo lo que le tiraban desde las barrancas: Minutos más tarde los castigados eslabones saltan y las cadenas se deslizan hacia el fondo del Paraná.

La lucha continúa pero ya las naves invasoras van cruzando la línea mientras cañonean terriblemente a la batería Manuelita, quién puede contestar solo esporádicamente debido a la escasez de balas.

En esos momentos un proyectil de artillería enemigo voltea al heroico Juan Bautista Thorne, jefe de la batería que, al golpear su cabeza en la tierra sufre una afección por la cual pasará a la historia con el apodo de “El Sordo de Obligado”. Otra versión sostiene que la sordera de Thorne se produjo a consecuencia de estar tanto tiempo al lado de cañones que disparaban sin cesar durante casi nueve horas, varios artilleros sobrevivientes padecieron las mismas consecuencias. Las baterías finalizan su lucha ya sea por falta de municiones, o porque directamente habían sido arrasadas por el cañoneo. Es en éste momento cuando comienzan los intentos de desembarco masivo del enemigo.

A las dos y media de la tarde el General Mansilla recibió un parte que le informaba que a una 15 cuadras al sur de las baterías, en el lugar llamado “Playa de los Pescadores”, el enemigo desembarca considerables fuerzas de infantería, para atacar sin dudas por el flanco. De inmediato imparte la orden de atacar al Coronel Ramón Rodríguez quien, al mando de 400 hombres del Batallón “Independencia” (Regimiento 1 Patricios), se hallaba a la espera en el bosque de talas, ubicado entre y detrás de las baterías “Restaurador Rosas” y “General Brown”. Los soldados avanzan a la carrera para evitar la maniobra de flanqueo. En el lugar unos lanchones ya habían desembarcado a numerosos infantes, pero otros todavía navegaban en dirección a la playa, por lo que el enemigo no había conseguido aún desplegar todo su poderío. Rodríguez no desaprovecho la oportunidad y ordeno cargar. Los oficiales anglo-franceses pensaron en resistir el ataque, pero viendo que no sería posible sin tener a todos los hombres en la playa ordenaron el reembarque, acción que se cumplió bajo una feroz arremetida a la bayoneta que realizaron los patriotas.

Sin embargo la situación no da para mucho más. Con las baterías mudas por el fuego enemigo o la falta de municiones, la “Gorgon” y la “Firebrand” se acercan a la costa. Son las 5,45 de la tarde. Dos compañías de infantes comandadas por Sullivan se descuelgan de los barcos hacia los botes y enfilan hacia la playa en un segundo intento de desembarco. Este nuevo ataque se compone de 325 hombres que hacen pié en tierra firme a la altura del morro donde estaban amarrados los extremos de las cadenas, con el apoyo constante de la artillería de sus barcos. Media hora después lo hace el comandante francés con 100 hombres más.

En ese momento los encargados de la defensa de la soberanía nacional, en esa zona, son el Batallón Norte y los Patricios Nicoleños, ambos de San Nicolás, compuesto por múltiples Sampedrinos, quienes cargan a bayoneta calada a los invasores y los obligan a retornar a sus botes para luego reembarcarse nuevamente. Mientras se desarrolla la lucha cuerpo a cuerpo, un casco de metralla hiere a Mansilla, quien debe ser sustituido en el mando por el segundo jefe de las fuerzas patriotas de Obligado, el Coronel Francisco Crespo.

Un tercer desembarco de los aliados se produce a continuación, pero esta vez no puede ser rechazado por los patriotas en retroceso debido al intenso cañoneo y los cohetes disparados por la “Expedictive”, “Procide” y “Philomel”. Las arremetidas de la caballería Federal en su intento de rechazar el ataque son vanas y las tropas anglo-francesas mandadas por Sullivan y Tréhouart en persona se hacen dueños del lugar.

Ha comenzado a caer la defensa de Obligado, luego de casi doce horas de intenso combate. Las fuerzas patriotas se retiran rumbo a San Nicolás con el fin de reorganizarse.

Termina el día con casi 300 Argentinos muertos y cerca de 500 heridos. Los invasores tenían poco más de un centenar de bajas entre heridos y muertos. Esta disparidad que marcan las cifras se explica únicamente por la diferencia tecnológica-bélica que existía entre ambos contenedores. La Argentina había retado a las dos mayores potencias juntas y así le había ido, pero había escrito una hermosa página en la historia de la Nación la que, lamentablemente, luego se dejo caer en el olvido.

Aún así y pese a lo desigual del armamento, la flota aliada tuvo que detenerse a curar sus heridas que no eran pocas. Los “Pandour”, “Fulton”, “Dolphin” y “San Martín” fueron acribillados por los cañones Argentinos, y no fueron destruidos totalmente debido al pequeño calibre de los mismos.

 El Dr. Sabino O´Donnell, a quienes algunos consideran nuestro primer cronista de guerra, deja un valioso testimonio sobre el combate:

“Hoy he visto lo que es un valiente. Empezó el fuego a las 9 y media y duró hasta las 5 y media de la tarde en las baterías, y continúa ahora entre el monte de Obligado el fuego de fusil (son las 11 de la noche). Mi tío ha permanecido entre los merlones de las baterías y entre las lluvias de balas y la metralla de 120 cañones enemigos.
Desmontada ya nuestra artillería, apagados completamente sus fuegos, el enemigo hizo señas de desembarcar; entonces mi tío se puso personalmente al frente de la infantería y marchaba a impedir el desembarco, cuando cayó herido por el golpe de metralla; sin embargo se disputó el terreno con honor, y se salvó toda la artillería volante.
Nuestra pérdida puede aproximarse a trescientos valientes entre muertos, heridos y contusos; la del enemigo puede decirse que es doblemente mayor; han echado al agua montones de cadáveres (...)
Esta es una batalla muy gloriosa para nuestro país. Nos hemos defendido con bizarría y heroicidad”

Al día siguiente de la batalla llegarían los doctores Mariano Martínez y Claudio Silva, del Hospital del cuartel de Santos Lugares, enviados por Rosas. Sostendrán una junta médica con O´Donnelll y con el doctor Mariano Marenco y el profesor Cornelio Romero. El informe a Palermo, fué el siguiente:

“El doctor D. Sabino O´Donnell que había asistido al Sr. General desde los primeros momentos, nos hizo la historia de los accidentes que había sufrido y los medios que había empleado para evitar perniciosas consecuencias. El Sr. General Mansilla recibió en la tarde del 20 un golpe de metralla (la que hemos visto y pesa más de más de una libra) en el lado izquierdo del estómago, sobre las distintas costillas, y según hemos reconocido, ha sido fracturada una de estas. Cayó sin sentido, sufrió por muchas horas desmayos, vómitos, y otros molestos accidentes que fueron calmando gradualmente; se le ha aplicado un vendaje apropiado para remediar la fractura de la costilla, y se emplean los medios que aconseja el arte”

“Siento vivamente (dijo el almirante Inglefield en su parte de guerra) que este bizarro hecho de armas se haya logrado a costa de tal pérdida de vidas, pero considerando la fuerte posición del enemigo y la obstinación con que fue defendida, debemos agradecer a la divina providencia que aquello no haya sido mayor”. Tréhouart se expresó en términos análogos. A su juicio la posición había sido fortificada por una mano maestra. Según la prensa de Montevideo “nunca desde la paz napoleónica, encontraron franceses e ingleses tan heroica resistencia".

Combatientes

Entre los participante de la batalla estuvo el legendario gaucho Antonio Rivero, protagonista de la rebelión en Malvinas contra la dominación inglesa.

Antonio Rivero fue dado de alta en el ejército de Buenos Aires por el gobernador Juan Manuel de Rosas y allí prestó nuevos servicios hasta que, como lo comprobara el historiador José María Rosa, murió en su ley de gaucho patriota, al pie de una batería argentina peleando contra los ingleses el 20 de noviembre de 1845 en la Vuelta de Obligado. Algunos "historiadores" (sic), a pesar de la heroica y esforzado vida de Antonio Rivero, prefirieron mezquinarle honores diciendo que fue un gaucho pendenciero porque se basaron en las crónicas británicas sobre la sublevación de Malvinas. Hasta la Academia Nacional de Historia en un dictamen dado en Buenos Aires 19 de abril de 1966 con la firma de los académicos Ricardo R. Caillet-Bois y Humberto F. Burzio sostuvo que "los antecedentes documentales hasta ahora conocidos, no son nada favorables para otorgar a Rivero títulos que justifiquen un homenaje".

Otro Rivero, Javier fue un Sampedrino caído en esa batalla y sepultado en el segundo camposanto que tuvo la Ciudad de San Pedro, en la intersección de las Calles Bartolomé Mitre y Bozzano.

En el sito existe un camino peatonal que conecta calle Mitre con 25 de Mayo, y en él un pequeño monolito levantado el 20 de Noviembre del 2000, por el Centro de Estudios Históricos de San Pedro, muestra una placa en la que se recuerdan los nombres de cuatro combatientes Sampedrinos caídos en el Combate de la Vuelta de Obligado. Ellos son el citado Rivero, Ceferino Celada, Pedro Pan y Agua y Santiago Moreira. Dos calles de la Ciudad fueron bautizadas con los nombres de los dos primeros.

Fueron muchos los Sampedrinos caídos en el combate. Lamentablemente sus nombres se han perdido por falta de rigor en el momento de la leva, de ahí lo valioso del trabajo de investigación, ya que el mismo nos ha permitido, con estos cuatro nombres, homenajear a todos los hijos de esta Ciudad caídos ese 20 de Noviembre de 1845.

El combate cubrió de gloria el nombre argentino, desprestigio el bloqueo e hizo comprender la justicia argentina a muchos adversarios de Rosas.

La resistencia se mantuvo admirablemente. Las provincias suplieron a la importación, y sus producciones artesanales crecieron en forma complementaria con la economía bonaerense. Al cabo del tiempo el bloqueo resultaba un fracaso político, militar y económico, por su costo y las continuas subvenciones dadas a Montevideo.

Las grandes potencias enviaron sus mejores diplomáticos, que retornaron fracasados, sin doblegar a Rosas.

En 1846 llego al Plata, enviado por ambos gobiernos, el ex cónsul Thomas Samuel Hood y sus propósitos de arreglo no tuvieron éxito a pesar de su buena voluntad. El repetido fracaso de los diplomáticos europeos agudizaba el problema y tenía visos de nunca acabar.

Por ello, a comienzos de 1849, el Premier Palmerston envió a Buenos Aires a Henry Southern munido de especiales instrucciones, quien tras arduas negociaciones anuncio que su país aceptaba la posición defendida por nuestro gobierno.

Concluyeron las deliberaciones con los tratados Southern-Arana (24 de Noviembre de 1849) y Arana-Lepredour (31 de agosto de 1850) cuyos puntos análogos establecían: suspensión de hostilidades en Uruguay, devolución de Martín García y barcos apresados, reconocimiento de la exclusiva jurisdicción y control argentino sobre sus ríos interiores, consideración del general Oribe en su investidura legal.

El pabellón argentino seria solemnemente desagraviado. La victoria estaba totalmente consumada. Los cañones de la fragata Southampton, " saludaron con 21 disparos de desagravio y homenaje a una humilde bandera, desconocida del mundo, pero no ignorada por ellos”.

Manifestaciones de San Martín

Cuando el Libertador don José de San Martín se enteró del bloqueo a los puertos de la Confederación, inmediatamente le escribió a Rosas ofreciendo sus servicios de militar, y cuando tuvo noticias de los acontecimientos de Obligado, realizó otro tanto con el General Guido inmortalizando la frase: “que los Argentinos no son empanadas que se comen sin más trabajo que abrir la boca”.

En marzo de 1849, Rosas contestó una carta al Libertador en los siguientes términos:

"Nada he tenido más a pecho en este grave y delicado asunto de la intervención, que salvar el honor y dignidad de las repúblicas del Plata, y cuando más fuertes eran los enemigos que se presentaban a combatirlas, mayor ha sido mi decisión y constancia para preservar ilesos aquellos queridos ídolos de todo americano. Usted nos ha dejado el ejemplo de lo que vale esa decisión y no he hecho más que imitarlo. Todos mis esfuerzos siempre serán dirigidos a sellar las diferencias existentes con los poderes interventores de un modo tal que, nuestra honra y la independencia de estos países, como de la América toda, queden enteramente salvos e incólumes." (Juan Manuel de Rosas).

“No puedo concebir que haya americanos que por un indigno espíritu de partido se unan al extranjero para humillar a su patria y reducirla a una condición peor que la que sufríamos en tiempos de la dominación española. Una tal felonía ni el sepulcro la puede hacer desaparecer."

Posteriormente antes de fallecer en 1850, determino como una de sus últimas voluntades

“El sable, que me ha acompañado en toda la guerra de la Independencia de la América de Sur, le será entregado al general de la República Argentina, don Juan Manuel de Rosas, como una prueba de la satisfacción que como argentino he tenido al ver la firmeza con que ha sostenido el honor de la República contra las injustas pretensiones de los extranjeros que trataban de humillarnos."