miércoles, 15 de agosto de 2012

La izquierda y la derecha


Por Juan Pablo Vitali

Si partimos de la base de que nuestra revolución debe ser patriótica, vale decir, debe producirse en un ámbito de identidad cultural y geográfica concreto, partir de un pueblo con una tradición y unos intereses también concretos, ya tenemos definido algo importante: las abstracciones no pueden generar una revolución como la que nosotros propugnamos.

Y los progresismos son abstracciones, son la fe en sus propios mitos de enajenación, de irrealidad universal. Los cambios llamados revolucionarios del progresismo son para todos y para nadie, para el individuo aislado o para la masificación. Son las revoluciones del sistema por las que tantos dieron inútilmente sus vidas, desde que la revolución francesa nos regalara la izquierda y la derecha, y sus hijos ideológicos liberales o marxistas. Esos valores abstractos crearon el movimiento de pinzas con el cual se tritura todo aquello que hace digna la vida de los pueblos.

Nos movemos en la realidad de ese paradigma, y con un tipo de hombre generado por ese mismo paradigma. Los restos sanos de nuestras comunidades se mueven como pueden dentro de ese esquema impuesto, buscando un camino estrecho por donde avanzar. Un camino condicionado, establecido y vigilado por los que se encuentran en el vértice del poder.

A lo largo de la historia contemporánea, los pueblos y sus líderes trataron de zafarse de esa lógica de hierro, a veces “por izquierda” y a veces “por derecha”. Pero cada vez que lograban crear sus propias formas de organización comunitaria, sus movimientos políticos originales, había disponible una “izquierda” para hostigar al proceso por “reaccionario”, o una “derecha” para acusarlo de “comunista”. Las abstracciones del sistema operan a la medida del sistema, sin hacer el análisis correcto sobre a quien benefician o perjudican las políticas que se llevan adelante.

El nuestro es un problema cultural. Podrá llamarse tercera posición, comunitarismo, democracia orgánica, república social, podrá llamarse de algún modo o de varios modos nuestra política, pero mientras no podamos romper la lógica elemental, totalitaria y antipopular del capitalismo, ya sea colectivista o individualista, permaneceremos dentro de un círculo vicioso para esclavos. Los pueblos no nacen a la izquierda ni a la derecha. Los pueblos son o no son. Esto parece sencillo, pero cada día se invierten valiosas energías discutiendo en estos términos tan, pero tan tristemente inconducentes como la izquierda y la derecha.

¡TERCERA POSICION!

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